Bajó las escaleras de aquel viejo autobús. Tras màs de una hora de viaje sus piernas se habían adormecido. Titubeó insegura con cada peldaño. No eran muchos, màs bien pocos, a penas cuatro. Pero intensos. Los bajó como quièn baja las escaleras de un calabozo, como quien con miedo reza una mínima esperanza. Cuando, por fin, pisó el suelo firme, levantó sútilmente la cabeza confirmando que no había ninguna amenaza y podía comenzar un nuevo camino.

Se arregló el flequillo, se entalló la americana y confirmó la hora en su móvil. Fue entonces cuando decidida y segura de sí misma dio el primer paso hacía aquel destino. El primer paso a ese futuro, ahora presente, que llevaba meses esperando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario