Puede que lo soñase... o no

Me miraba los pies mientras daba cada paso, ligeros y tranquilos, propios de un paseo sin prisas, relajado. Aquellas sencillas sandalias habían paseado ya por tantos sitios que empezaban a perder la memoria. Pero si algo reconocían es que este lugar era nuevo para ellas y cada roce con el suelo era memorizado con la intención de no terminar en el olvido.
No era asfalto sobre lo que caminaban esta vez, ni un perfecto adoquinado al que estaban más acostumbradas. Era tierra, tierra fértil. Tierra en la que, sin dificultad, podía dar sencillos pasos llenos de felicidad y de ilusión.
Mientras analizaba todos y cada uno de los pequeños detalles del momento pudo notar una suave brisa marina, con ligero, muy ligero, olor a salitre. Ésta acariciaba su piel provocándole un abrazo de ternura que le hacía recordar que a pesar de no estar en verano, la calidez era párticipe de su paseo.
En silencio, no era necesario hablar. El escenario era perfecto, no necesitaba frases estúpidas estropeando aquel atardecer, al menos yo no las creí necesarías. Nuestra banda sonora fueron los pajaros que cantaban a nuestro caminar, el crujir de los pasos sobre la tierra y el silvido de las hojas al pelear con el viento. Si hubiese podido elegir hubiese acompañado aquel paseo de las notas de una guitarra española con una melodía suave, como el momento.
Por un instante me paré a pensar si todo aquello era real o tan sólo formaba parte de mi inesperada imaginación. Pellizcarme, como hacían los personajes de las películas, no me serviría de nada. Además, si era un sueño solo esperaba que nadie me despertara. No era un sueño, podía sentir el olor de azahar perfectamente.
De pronto, sin avisar, como quién interrumpe en una habitación sin pudor, tus dedos se rozaron con los mios. Tan solo fue un segundo y sin mirarnos, seguramente avergonzados, agachamos la cabeza.
Dudé, pensé, soñé, imaginé y casi lloré...
Pero antes de que pudiese dar pie a mis ojos a crear una lágrima, tú, sin saber qué pasó por tu cabeza, arriesgado cuando menos, decidiste poner fin a esa situación, que sin saber porqué, se volvió incomoda y me atrevo a decir, infeliz. Asique haciendo uso del valor que en algún momento de tu vida forjaste, volviste a provocar que nuestras manos desafiasen el vacio y volviesen a juntarse. Pude notar una caricia, dos... Insistentes, nuestros dedos lucharon hasta quedar entrelazados. Tímidos, cobardes. pero pude notar la suavidad de tu piel y también el ligero temblor de tu pulso. Sonreí.
No me importaba nada más. Los dos en silencio, paseando, despidiéndonos del día agarrados de la mano, con los últimos rayos de sol iluminando nuestro paso. Escondidos del mundo, ocultos por la altura de las palmeras, por la frondosidad de los naranjos...
Te miré de reojo y vi tú nariz. Perfecta y perfilada como si se tratase de una obra del Miguel Ángel. volví a sonreí. Estaba junto a ti. Ojala no fuese un sueño, rezaba. Nuestras manos, siamesas, cada vez estaban más cómodas, ya no temblaban. Esta vez eran nuestros brazos los que tomaron protagonismo intentando acercarse y por ello, nuestros cuerpos.
Noté tu piel contra la mía, note tu olor, escuché tu respiración y creo que incluso pude sentir el latido de tu corazón.
No me mirabas, pero yo sonreía, no podría borrar mi estúpida sonrisa. Agachaba la cabeza para no presentártela. Me entraron ganas de reir a carcajadas. Seguía sintiendo tu mano junto a la mía y sobre todo a uno de tus dedos que insitió en acariciar al mío con dulzura y suavidad.
Era tan maraviloso aquello que estaba sintiendo... Estaba rozando con la punta de mis dedos la felicidad y podía ser consciente de ello. Bien sabe Dios que me esforcé en que mis cinco sentidos y mi corazón estuviesen pendientes de cada instante. No sabía si era un sueño, pero lo que si era seguro es que yo había soñado con ese momento.
Por fin me miraste, y te miré. Te giraste hacía mi consiguiento ponerte frente a mi cara. Sin soltar tu mano yo agaché la mirada. No te diste por vencido y flexionaste las rodillas para ponerte a la altura de mis ojos. Acercaste tus manos a mi cara, la protegiste entre ellas y con el dedo que hace unos segundos me acariciaba, secaste mis lágrimas. Levantaste mi mentón, me miraste, me sonreiste y creí que el mundo paraba en seco. Volví a llorar a la vez que te sonreía. Y me abrazaste.
Soy incapaz de describir con palabras lo que sentí. Es imposible. Envidio a quién pueda. Yo no puedo. Solo sé que este momento quedará en mi memoria eternamente.
Te esperaré, de nuevo, en mis sueños esta noche.

2 comentarios:

  1. Hola amiga, me alegra mucho haber conocido tu blog ya que tiene informacion muy interesante.

    No todo el mundo se molesta en hacer uno para poder compartir conocimientos a traves de los diversos articulos, con el resto de personas y eso es algo muy bueno.

    Saludos,
    Francisco M.

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  2. mientras esperas ese paseo puedes pasear conmigo... mua

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