Do, re, mi...

Aún recuerdo cuando era un torpe enano que no alcanzaba un palmo del suelo, pero insistía a màs no poder, en aporrear las teclas del piano. Por su corta edad, estoy segura que tendría que ponerse de pie en la banqueta para poder provocar aquel horrendo sonido.

Yo, bajo su suelo, en el piso inferior, podía notar cada nota a destiempo y sin sentido. La verdad, le odiaba. Tenía que estudiar y no me dejaba. Quería relajación y tranquilidad y me interrumpía. En muchas ocasiones hubiese subido a donde aquel enano y le hubiese estrangulado.

Hoy, muchos años despues, con los examenes aprobados y una vida más o menos encaminada. Me vuelvo a tumbar en la cama que me vio crecer, buscando un momento de reflexión, un parón en mi vida. Como antaño.

Y  me sorprende una maravillosa melodìa bajo las notas de un piano. Aquel niño, me saca ya una cabeza. Y en mi ausencia ha pasado sus años frente a ese piano, insistente y tenaz, para regalarme ahora este momento.

Me la dedica por todo el sufrimiento que me hizo pasar en su día, por todo el derroche en tapones para poder estudiar y por los madrugones con  sus juergas con el piano...

Y yo hoy subo, le doy un beso y le doy las gracias. Es un artista y yo lo he sufrido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario