Loco

Aquel local estaba infestado de gente, a penas se podía mantener una conversación sin tener que forzar la traquea con chillidos. Los decibelios superaban, seguro, cualquier código de seguridad auditiva. La gente bailaba al son de aquella música que, bien es cierto, despertaría a un muerto. 

Saludó a un conocido con un gesto con la mano y un levantamiento de barbilla. Incluida claro está, sonrisa. Conocía a bastante gente que se reunía en aquel local cada fin de semana con el fin de olvidar y superar los cinco días anteriores, y aunque hubiese tenido conversación y distracción toda la noche, tenía clara su intención. Quería verla. No, deseaba verla. Se volvía loco por verla. Los cientos de personas que estaban a su alrededor no le importaban, sus ojos no dejaban de rastrear la zona en busca de su mirada. Sabía que no era difícil, ella brillaba entre todas aquellas personas, ella era única. 

Siguió buscando unos minutos más, no muchos. Y como si de cuestión del destino se tratase, sonó esa canción, su canción. Él sonrió a sabiendas de que ella estaría en cualquier metro cuadrado de aquel recinto bailando como si no hubiese mañana, desgastando la suela de sus pies y alabando al dj que había puesto "su" canción (y de nadie más, diría ella). Rió más penando que seguramente el pobre "pinchadiscos" habría sido sometido a un cruel acoso para que aquella canción sonase, utilizando estrategias baratas como "es el cumple de mi amiga y quiero dedicarle esta canción" o "a mi amiga le ha dejado el novio y sólo le alegra esa canción". Era cabezona y cuando algo de le ponía entre ceja y ceja se empeñaba al máximo en conseguirlo.

Él seguía sonriendo mientras imaginaba todo aquello cuando aquel foco la iluminó. Se paró la música, el mundo y la respiración de él. Allí estaba, preciosa, riendo entre sus amigas y acosada por la mirada de algún baboso que podría haber acabado estampado en la pared sino fuese porque él a penas tenía fuerzas para respirar. Ella era su criptonita. 

Se paró y la observó unos segundos. Aquel foco hacía que sus ojos brillasen en la oscuridad. Como un gato pardo, como un faro desde alta mar. Le encantaba mirarla bailar. Lo hacía con locura, sensual y sobre todo de manera divertida. Sabía que  era feliz así y él, por extensión, lo era. 

Ella sonreía y en su "playback" dejaba ver su perfecto conocimiento de la letra de la canción, movía sus brazos alcanzando el cielo de aquel local de sueños de fin de semana, giraba sus caderas creando un círculo vicioso del que él, y seguro que alguno más, no podía apartar su mirada, su pelo se dejaba caer sobre sus hombros dejando desnuda su espalda y su sonrisa, como si de un arma letal se tratase, podía matar a cualquiera en un instante. Estaba radiante. Era radiante.

Él se acercó un par de pasos más, no aguantaba, le podían las ganas de abrazarla. Iba decidido, sonriendo y mirándola con deseo. Ella le divisó en uno de sus giros sobre sí misma al son de la música, le dedicó una de sus mejores sonrisas y le guiñó un ojo. Sus miradas se mantuvieron fijas sin que ella dejase de bailar, sonriéndole, queriéndole.

Él cerró los ojos y cuando los volvió a abrir estaba frente a ella, se mordió el labio inferior y negó con la cabeza mientras sonreía. Le agarró por la cintura y le susurró al oído: 

- Me vuelves loco. 


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