¿Qué quieres ser de mayor?

Cuando se me da la oportunidad de estar con un niño tengo la costumbre de preguntarle qué quiere ser de mayor. Me encantan sus respuestas. La mayoría de los chicos quieren ser futbolistas, policías y bomberos. Las chicas se declinan por profesiones en las que tengan que cuidar de alguien, (será instinto) médicos, veterinarias, profesoras... 

Esto no lo hago con el fin de hacer un estudio sociológico ni ningún experimento de psicología infantil. Mi pregunta se acoge a la sencilla razón de que me encanta la inocencia y la ingenuidad y ellos son quienes más me la aportan. 

Un día me llevé una sorpresa, de esas que no se olvidan. Uno de esos niños tras recibir y contestar a mi pregunta con mil profesiones (no se de dónde va a sacar el tiempo, le admiro) me devolvió  la pregunta: 

-Y tú, ¿Qué quieres ser de mayor?

Me encantó, me maravillló, me fascinó. En primer lugar porque me consideró una niña como él, lo cual me dio a entender que aún tenía posibilidades por ser aquello que me gustase. Por otra parte me fascinó su interés. Sí, me miró con los ojos abiertos y me preguntó aquello a traición. De verdad sentí que mi respuesta le interesaba. 

Enmudecí, me quedé mirándole y sonreí para que no se asustase por haberme hecho la pregunta. Me agaché a su lado y agarrándole la mano le dije: 

- Toda la vida he soñado con ser una novia. 

Mientras se lo decía me temblaba la voz, jamás había confesado ese secreto a tan viva voz y lo estaba haciendo con un niño de escasa edad al que no conocía. Pero me sentí tan bien... Él en cambio pareció extrañado, su ceño fruncido no dejaba lugar a dudas y tras unos segundos en los que pude notar que su cabecita formulaba una pregunta dijo: 

- ¿Una novia de las bodas?

- Sí. ¿Qué te parece? 

- A mi las chicas no me gustan, son tontas. Pero tu eres maja y guapa. Serás una buena novia. 

- ¿Sí? ¿Crees que lo conseguiré? 

- Claro. Pero tienes que comprarte un vestido blanco. 

Sí, consiguió emocionarme, consiguió hacerme llorar y la verdad es que a su madre, que escuchaba nuestra conversación, también. 


Desde pequeña siempre soñé con el día de mi boda. Fantaseaba en casa con los tacones de mi madre, las sábanas y toallas blancas hacían sus veces de vestido y velo, simulaba el paseíllo al altar, escuchaba la música de los violines, y me tropezaba imitando los pasos del Vals. Algún día, más de los que la vergüenza me deja reconocer, me emocionaba al imaginar que en un futuro podría ser real. 

Algunos niños sueñan con dar patadas con un balón, otras con ouscultar a los enfermos... Yo simplemente soñaba con vestirme de blanco y agarrada del brazo de mi padre caminar hacia el altar donde me esperaría mi príncipe azul. 

Tal vez aquel niño tenga razón y lo consiga. ¿Por que no?


 

 


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