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Subió las escaleras de aquel viejo edificio con rapidez y decisión. Peldaño por peldaño. Acertó, para variar, al encajar la llave en la cerradura y entró en la casa corriendo al que era su cuarto desde hacía unos meses. Sin saber muy bien lo que quería hacer se paró en seco en el umbral de la puerta. Bloqueada por la prisa dejó que fuese su temperamento quien decidiese esta vez.

Buscó por la habitación ¿dónde la había dejado? Abrió el armario y los cajones del escritorio. Miró en las estanterías... hasta que recordó que su cámara estaba en el bolso. La cogió sin miramientos y salió por donde había entrado. Puede que con menos velocidad pero no escatimó en la rapidez de sus pasos.

Se acercó hasta el embarcadero con su preciado objeto entre las manos y cuando hubo llegado a uno de sus rincones favoritos disparó sin apuntar.