Al ladrón

Es una de las entradas más duras que me he atrevido a escribir.

Sé que muchas personas estábais en contra de que lo hiciera pero también sé que hay muchas otras que se estaban preguntando por ella.

Pues aquí está, en bandeja de plata.

Pero os pido que no me juzguéis ya que está escrita en bruto, sin pensar. Según salían sentimientos los iba tecleando como quién golpea una piedra con un cincel. Y no hay marcha atrás. Es un torbellino de sentimientos, como mi vida ahora, el Katrina.



Cuando era pequeña llegó a mis manos un libro de Judith Kerr que se titulaba 'Cuando Hitler robó el conejo rosa'. No era necesario leer el libro (y sufrir) para saber que trataba la historia de una niña a la que Hitler le robó su inocencia.

Siempre he dicho que a nosotros, salvo casos extraordinarios, nos roban la ingenuidad cuando nos cuentan que los Reyes Magos son los padres. Aún recuerdo aquel doloroso momento… de un golpe y a traición te haces mayor, te hacen mayor. Te roban la magia en la que creías y te arrebatan la ilusión. Sin miramientos, sin anestesia, sin pudor.

Y os preguntaréis por qué hablo de este libro y de esa experiencia por la que todos pasamos. No, no es por la ingenuidad y la inocencia que tanto admiro. Voy a hablar de cuando alguien te roba como hizo Hitler con la niña y su conejo rosa.

Muchos de los que me conocéis (y leéis mi blog) sabéis cómo soy, de qué pie cojeo, que mi bandera es el amor y que pocas veces tengo los pies en el suelo. Conocéis mi parte más romántica y os sabéis de memoria mi lado más intenso. Algunos disfrutáis con mis historias e incluso en alguna ocasión me habéis preguntado si son reales o ficticias. Otros me tachan de ñoña y de empalagosa y prefieren criticarme.

Y oye, perfecto. Que a mí me importa un bledo. He sido así toda mi vida y no voy a cambiar por cuatro cotillas que leen mis líneas solo para criticar.

Y ahora proceso a darle (otro) disgusto a mi madre. Sí, mamá, voy a hablar de sentimientos, de mis sentimientos. Ya sé que no te gusta que los exponga, que me exponga, porque me convierte en alguien vulnerable a los demás y es así como me gano las leches que me gano. Pero… déjame, anda. Una última vez.

Muchos de los que leéis mi blog conocéis mis sueños, mis historias, mis ilusiones, deseos e incluso vivencias. Y muchos están plasmados en esta secuencia de escritos que desde hace años voy reuniendo sin ninguna intención. Algunos, con el paso del tiempo, se han hecho realidad, otros, en cambio no. Y me lamenta la idea de rescatar alguna de esas historias que escribí años atrás para maldecirlas para darme cuenta que se han profanado.  Pero sobre todo me destroza la idea de saber que muchos de estas historias se han estropeado, que los sueños llevados al papel con los que yo fantaseaba han sido robadas.

Hoy puedo decir que han entrado a robarme. No se han llevado nada material, pero han desvalijado todas las cosas más importantes de mi vida: Mis sueños, mi ilusión, mis deseos y sobre todo mi amor.





Al ladrón:

Me robaste mis sueños y eso es algo con lo que no se juega. No puedes hacer pedazos los sueños que no son tuyos. No es palabra De Dios, pero no puedes.

Me robaste, despiadadamente, la historia que desde pequeña me hizo creer en el amor. Me robaste esa frase que juré que, al igual que mi padre a mi madre, el hombre de mi vida me diría. “Lo estaré siempre…”. Una persona que se va de esa manera no es merecedora de utilizar la frase que me hizo crecer mi expectativa en el amor.

Entré a la Iglesia mirándote mientras sonaba la canción con la que tantas veces había llorado imaginando el momento. El Canon de Pachelbel se ha convertido en una daga en mis oídos y en mi corazón. Entiende que es algo que jamás se va a repetir y me lo has robado. Tú también, sin anestesia, sin miramientos, me has robado el sueño de bailar aquella canción con la que, desde pequeña, agarrando una sábana por velo, había soñado. Elvis cantó durante años para mí mientras ansiaba ese momento.

Te confesé los nombres que tendrían nuestros hijos y me robaste el momento en el que me emocionaba con la idea de verte con uno de ellos en brazos. Me has robado la idea de decorar el cuarto del primero de ellos, me has robado la ilusión de que tengan tus rizos y tú oyuelos.

Me robaste millones de sonrisas y caricias que jamás otros recibieron. Me robaste todo mi amor, mi lealtad y fidelidad. Me robaste todas las miradas de amor y la capacidad de confiar en las personas. Me has robado la idea de que puede existir “el amor de tu vida”.

Me has robado, sin escrúpulo alguno, la idea de pasar contigo el resto de mi vida.

Me has robado la caricia en el cuerpo que sentía cuando me llamabas “pequeña” a sabiendas de que para mí era especial.

Me has robado canciones, rincones y recuerdos que sentía míos.

Me has robado cada foto en la que salgo sonriendo. Me has robado el orgullo que sentía cuando hablaba de haber conocido el amor.

Pero sobre todo me has robado la ilusión y las ganas.

Y sí, muchos dicen (incluso tú) que se recupera, que el tiempo me  devolverá lo perdido o incluso me lo hará llegar con creces. Pero no es justo que yo tenga que recuperar algo que me han robado. No es justo cuando he luchado durante años, contra miles de fantasmas, por mis sueños. No es njusto que ahora vengas y me arrebates cada una de mis quimeras.

No, no es justo y no lo merezco. Porque sabes, mejor que nadie, cuánto deseé todos esos sueños, cuánto sufrí por conseguirlos y sin importarte un instante cómo pudiera encajar yo este disparo en el corazón te has ido cargado de todo lo que me llenaba a mí. Te has ido y te has llevado todo. Te has llevado mi esencia, me has robado lo que me caracterizaba. Me has robado la sonrisa y el brillo de los ojos. Seguramente también te hayas llevado esa dulzura y ese lado risueño que la gente decía que tenía.

A cambio me has dejado mil almohadas mojadas, mil noches sin dormir y el dolor más grande que jamás pueda una persona imaginar.

Y como Rosana, yo también intento tratar de entender quién le hizo un infierno a mi paraíso.
Intento comprender como te has llevado todo eso y me has dejado este dolor. Intento comprender porque yo, que jamás encontrarás a nadie que te quiera como lo he hecho yo, tengo que pasar por este sufrimiento cuando los dos sabemos, no lo merezco.

Pero a pesar de todo no puedo odiarte, porque el amor me puede, tal vez el amor que tú no tuviste por mí. O tal vez porque lo único que puedo ver ahora son los momentos buenos que pasamos. Un helado en Zarauz, una guerra de cosquillas antes de dormir, una sonrisa cada mañana, nuestras caras en Times Square o nuestras lágrimas en El Rey León. El bello de punta con Quique González y los intentos de baile en casa con esa canción italiana que tan loca me volvía.

Y ojalá no tuviera que mencionarte en pasado, ojalá no tuviera que cambiar mi estado civil, ojalá no tuviera que explicarle a cierta niña que te adora que ya no estás cuando pregunta por ti. Llámale tú y dile que ya no vas a lanzarle por los aires más, llámale y dile que ya no le dirás de qué sabor es tu helado cada noche.

Ojalá me olvidara de escribir porque todos los textos llevan tu nombre; en unos te extraño, en otros te reprocho y en otros simplemente me lamento. Me quedé con tantas ganas de decirte tantas cosas, con tantas cosas por hacer, con tanto de todo y tan poco de nada…  Y ojalá… ojalá no me hubieras hecho tanto daño. Ojalá no tuviera que saber cuál es el sabor de la hiel. Ojalá no tuviera que tener el miedo que tengo por las noches por si sueño contigo y es bonito. Ojalá tuviera fuerza para darme cuenta de que el daño que me has hecho ha sido más grande que tu amor. Ojalá pudiera desaparecer.                    

Me duele no volver a ver tus hoyuelos al reír cuando era yo el motivo de esa risa. Tampoco entiendo por qué no estás aquí contándome qué tal te ha ido el día. No comprendo dónde están esos abrazos que nos dimos y los que nos debemos.  Dónde están esas mañanas desayunando viendo 'Friends' e incluso dónde están los fines de semana de deporte.

Llamadas, mensajes de ánimo y apoyo no hacen más que bombardearme. “Es mejor así”, “no te merece”, “no era amor”, “has salido ganando”. ¡Qué sabrán ellos! ¡Qué sabré yo! Y no sé si me olvidaré de ti, a pesar del dolor, porque te quería como nadie quiere en esta vida. Porque mirar tus ojos me daba vida. Porque tus brazos eran mi casa.

Voy a echar de menos cada instante que pasaba contigo. ¿Cómo voy a olvidarte, así sin más, si le he gritado a la luna mil noches que eras el amor de mi vida? ¿Cómo voy a hacerlo si he dado gracias por ti? Por mucha decepción no se deja de querer de la noche a la mañana, por mucho desengaño yo no puedo modificar mis sentimientos. Yo me casé y juré mis votos con la mayor sinceridad del mundo. Mi amor era lo más sincero que tenías. Pero no podemos hablar más de sinceridad, ¿verdad?  Porque también tienen razón, te he llorado más de lo que jamás haya llorado nadie.

La gente no lo entiende, tú no lo entiendes, tal vez yo tampoco, pero tú eras mi pilar. Sí, el pilar de mi vida, sobre el que se sostenía todo, eras el amor. Pero maldita fisura que hizo que todo se derrumbara. Y no podrás negar jamás que puse cemento, hormigón y pilotes para que nuestra catedral no cayera. Y con esto no me exculpo de nada, yo también fallé, porque soy humana, porque soy de carne y hueso, pero jamás podrás reprocharme, ni tu ni nadie, que no hice las cosas por amor, que fui buena y leal.

Joder, cómo queréis que me sienta, si aún me despierto de noche y te busco. Aún puedo sobresaltarme como aquella vez que me dijiste por primera vez que me querías.

Cómo voy a rehacer mi vida si por momentos te veo llegar de lejos…

Aún busco con mis dedos la alianza para juguetear con ella. ¿Y sabes que es lo peor? Que, aunque solo haya estado ahí poco más de un año, ha dejado una marca. Ninguno de mis anillos quiere rozar esa zona cero en la que murieron todos mis sueños.

 ¿Y a quién le rezo yo ahora si era a la constelación de tus pecas a las que le pedía deseos cada noche?

¿Y cómo no te voy a echar de menos?

No he sido capaz de retomar esa serie que dejamos a medias y que me prometiste que terminaríamos de ver. ¿Qué sentido tiene verlas si no te puedo preguntar cada 5 minutos quién es ese tipo y de dónde ha salido? Tampoco de ver ninguna de las películas que quisimos ver.
Y tal vez no lleguen a ningún lugar, pero cada media noche miraré el reloj y te diré que te quiero, tal vez sea esto lo único que me queda y por eso mismo lo voy a cuidar siempre.

Pero yo no soy así, me conoces, me conocéis; no voy a buscar abrazos en personas que sé que no los van a igualar. No voy a buscar caricias falsas. Y mucho menos amores baratos de barras de bar. Yo no creo en ese clavo que saca otro clavo. Yo creo en las cosas bien hechas y que si quieres de verdad a alguien debes respetarlo, aunque no sea por él, que sea por ti.

Puede que muchos tengan razón y que no te merecieses el amor que te tenía. Que incluso muchos que lean esto estén en desacuerdo con mi sinceridad a la hora de exponer lo que siento, pero no me importa.

“Te mereces a alguien que te quiera de verdad”. Yo no quiero eso… Quiero querer de verdad y que esa persona lo valore. Y tal vez me creáis equivocada, pero creo que en esta vida lo más importante es querer (si te corresponden es una maravilla) pero, aunque no te quieran el sentimiento del amor te da vida. Y eso es algo que nadie me va a poder quitar nunca. El haber conocido lo que era querer sin límite. Porque por mí, esa historia que tuvimos sí fue real.

Supongo que el tiempo pasará, porque es algo irremediable, y algún día te acuerdes de mí, y tal vez sea entonces cuando valores ese amor del que te hablo, del incondicional, del que tiene un sello de lacra para toda la vida, ese amor que puede con obstáculos… Ese amor, que por el motivo que sea, no has valorado.

Ahora me toca ser fuerte, una vez más, y ser valiente, ¿no? Pues no es justo. Porque yo ya he peleado mucho, yo me he dejado la piel, yo tenía mis sueños y mis aspiraciones y se han desvanecido. Ahora tengo que empeñarme en que no se me olvide reír y cantar. Tengo que empeñarme en que no se me olvide cómo era antes de ti e intentar recuperar las cosas que te has llevado.

Seguro que muchos no entienden que todavía pueda escribirte esto (y tal vez yo tampoco) pero ya sabes lo que dicen, que el corazón no entiende de razones.

Y ahora puedo decir en qué consiste eso de morir de amor, porque sobrevivir a tu ausencia es morir de amor, un amor que no termina de matar.

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