Sollozos

Detrás de esa vieja puerta de madera,  que crujía tan sólo con rozarla, se escuchaban sus sollozos. Sin descanso. Dolorosos. Amargos. 

Sus compañeras, apelotonadas en el pasillo, dudaban si entrar a consolarla con un abrazo y un buen colacao caliente o con un chiste de los malos (como a ella le gustaban) o simplemente dejarla sola. 

- es mejor que esté sola, ahora no podemos hacer nada. Necesita llorar hasta quedarse seca. Dijo la veterana de aquel piso. 

Se dispersaron a sus respectivas habitaciones cabizbajas. A todos nos duele ver a alguien sufrir y más si se le quiere. 

Cada una en su cuarto, mientras escucuba el sorber de  mocos, valoraría su vida en comparación con la que ahora lloraba. Se lamentaría a ratos de cada lágrima. Dudaría en levantarse y darle un abrazo. 

Y mientras en aquella habitación, esa joven se abraza a si misma buscando abrigo donde no lo hay. Buscando consuleo sin éxito. 


La noche va a ser larga, muy larga. 

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