Silencio



En este cuarto hay un silencio espantoso. Nunca me había hecho tanto daño el silencio en los tímpanos. 

Me voy de aquí. 


Y se vistió con lo primero que encontró. Unos vaqueros y una vieja sudadera. Que más dará. Mientras guardaba las llaves en el bolsillo, bajó decidida las escaleras que la encaminaban a la calle. Giró a la izquierda, para volverlo hacer y tan sólo seguir recto hasta que llegase al sitio que tenía en mente. Lo tenía tan claro... Y cualquiera que la conociese sabía donde iba. 

Eran más de las doce de la noche, debería estar dormida. Pero no podía. Algo en su cabeza se lo impedia. Necesitaba ir a un sitio que le proporcionase tranquilidad y que, sobre todo, no fuese silencioso. 

Llegó y no dudó. Se sentó en aquel murete, donde siempre. Tenía rituales intocables a pesar de no ser maniática. 
Ya no notaba aquel horrendo silencio. El agua chocando contra las piedras, las campanas de los barcos, el crujir de la madera de los cascos... Estos eran ahora melodía en sus oídos. 

Como le gustaba aquel lugar, se sentía tan cómoda y protegida... 

 Agarró aquel cuaderno en el que solía escribir cosas sin sentido, o con más sentido del que pueda ella creer. Le acompañaba siempre en sus viajes al  embarcadero. Abrió por donde lo había dejado la última vez. Cómo habían cambiado las cosas desde entonces... Miró aquella hoja y vio su nombre... 

Rompió a llorar. 



Le voy a dejar que llore, ahora es lo mejor. Nada le va a consolar por mucho que le diga. Así que llorar es una buena, sino la mejor, cura. Como dice alguien que conozco hay que " dejar que sangre" 



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