Se tumbó en la cama y èl la arropó como antaño hacía su madre. A ella le encantaba ese momento, no se exactamente si era por el recuerdo que le producía de su infancia o simplemente porque era una mimosa compulsiva.
No he conocido a nadie que oferte y demande tantos mimos como ella.
Èl, conocedor de sus debilidades, tras colocar las sàbanas en el correcto orden estipulado, comenzó a acariciar su pelo intentando en vano que ella se relajase. Sus ojos seguían como platos y en su boca una sonrisa de oreja a oreja. Hoy iba a resultar dificil dormirla.
- Tùmbate a mi lado, anda. Dijo ella con esa melosa voz con la que convencería a cualquiera.
- voy. Dijo el entre suspiros.
Sabía que iba a estar complicado. La pequeña, como a èl le gustaba llamarla de manera cariñosa, tenía ganas de juerga.
Para sorpresa de èl, ella se había puesto seria. Y mientras agarraba su mano y la acariciaba disparó:
-Cuando sea viejita me vas a cuidar?
-Claro que sí. Contestó èl sin dudar.
El silencio se apoderó del dormitorio. Èl la miraba fijamente mientras ella seguia sería.
- Y cuando estè malita?
- tambièn
- y si un día me pongo muy muy malita?
- Serà como una gripre màs larga..
Ella abrazó su mano con fuerzas. Aquel gesto supongo que demostraba su agradecimiento. Pero aún así, continuaba seria.
- Y si un dìa me da por llorar mucho?
- pues me pondrè una nariz de payaso, ya veràs que guapo estoy. Dijo el mientras ella, por fin, sonreía.
- y te pondras una flor y zapatos grandes?
- Si. Pero ahora duerme.
Ella se acurrucó entre el edredón y la almohada, pero esta vez no buscaba refugio, simplemente sonreía. En su cara podía notarse la tranquilidad, el descanso, la paz..
El se levantó de la cama y mientras se acercaba a la puerta le dijo:
- buenas noches cariño, descansa.
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