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Paseo por aquel pueblito teñido de blanco y cal. Con olor a mar y tacto de cactus. Pueblo marítimo, lleno de vida.  Me detengo con cada pequeño detalle, con cada halo de luz, con cada sercreto que me otroga el viento. Curiosa y entregada. Mi mano, traicionera del saber estar, se despega de mi cuerpo para rozar la pared de aquella estrecha calle. Blanca, inmaculada y reluciente. Su color impoluto se deja alterar por algùn ladrillo, por algún azulejo que intenta acaparar la atención de quienes por allí pasean. Mis dedos, sienten el calor que desprende el imperfecto encalado. Me gusta.

Miro mis pies, sus pasos intentan reconocer, sin èxito, el suelo que ahora pisan. Un suelo nuevo, por lo que dudo pero muy poco, asique  me quito la sandalia y pruebo a posar mi pie sobre esta nueva sensación. Arde, pero me gusta. 'Son restos volcànicos", me dice un amable señor a quièn contesto con una sonrisa.

Debería seguir, me calzo y miro al frente. Y de fondo, azul. Un azul tan intenso que no se adivina si es cielo o es mar. No se sabe donde acaba o donde empieza. Me encanta.

La brisa que se cuela por las calles acaricia mi cuello y èste, agadecido, se estremece. Esa misma brisa levanta el vuelo de mi vestido. Brisa revoltosa, juguetona entre mi pelo.

Llego al centro del pueblo, al puerto. Un centenar de barcos descansan en èl.  Busco tu mirada y te veo allí, a lo lejos, travieso, buscándome tambièn. Y yo, ingenua, te sonrio, dulce, como te gusta. Nos acompaña la música de una suave voz y un timple. Me encanta... Te lo he dicho? Encima lo sabes..

Me agarras la mano y decidimos tomar el mismo camino, empujados por la brisa del arrecife, por las ganas de vivir. Porque ya lo dijo Antonie De Sain-Exupèry, "amar no es mirarse el uno al otro, es mirar juntos en la misma dirección" y eso hacemos.

Aquel puesto artesanal expone unas salamandras preciosas. ¿sabìas que son un sìntoma de buena suerte? Fanfarroneas que no la necesitas. Chulo y arrogante. Te sonrio, me sonries. "Desde que te tengo a mi lado no la necesito, no"

Paseamos abrazados por aquel camino que realizaron para nosotros. Al son de nuestros pasos se colocan baldosas de colores. El sol y su justicia nos iluminan al crujir de las sandalias en el virgen suelo.

Me gusta el paseo, el roce del sol en mi cuerpo, el sonido del mar de fondo, el olor a salitre.. me gusta tu mano enredada en la mia. Me gustan tus ojos buscando los mios.

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