Que me sacaras a bailar

Yo solo quería que me sacaras a bailar. 

Un martes después de un día cansado de trabajo, un miércoles de aplastante rutina o un insípido jueves. 

Quería un baile sin galas: en pijama y con zapatillas, quería moverme arrastrada por tus brazos hasta esa pista de baile que hace sus veces de salón. 

Bailar pegada a ti mientras los anuncios se adueñaban de la programación o, simplemente, porque sí.

Deseaba sentir tus manos desvergonzadas en mi cintura. Notar a nuestras frentes encajando y a una sonrisa inquilina. Me moría por escuchar y derretirme con esa balada italiana que me resulta una caricia en los oídos. 

Quería escucharte tararearla en mi piel mientras yo juego con los mechones de tu nuca. Quería un beso de los que estremecen todos los poros de tu piel sobre mi cuello entre estrofas. 

Yo solo buscaba sentir la torpeza de nuestros pasos y la habilidad de nuestras manos. No deseaba ser Fred Astaire y Ginger Roger, deseaba que fuéramos nosotros. Nosotros. 

Pero nunca me sacaste a bailar y aquella canción se terminó.





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