Gracias por esa entrega incondicional. Gracias por cada palabra de alivio. Por cada intento de sacarme una sonrisa. Gracias por ese abrazo, por ese beso pero, sobre todo, por esa caricia. Gracias por secar mis lágrimas y gracias por evitar que en muchas ocasiones salgan.
Gracias por tu comprensión. Se que es difícil para ti, pero tu haces que resulte tan fácil...
Gracias por esa llamada que comienza con lágrimas y termina con una sonrisa, cuando no es una carcajada.
Gracias por tus palabras, sabías y reconfortantes. Gracias por saber qué decir en cada momento.
Gracias simplemente por estar.
Gracias por esa mirada que expresa una eternidad de compromiso.
Gracias por tu sonrisa, que me obliga a creer que hay esperanza.
Gracias por un paseo por mis sueños, por convencerme de que se pueden hacer realidad.
Gracias por creer en mi.
No hay una entrada de blog ni una vida entera para darte las gracias.
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