Pues claro



-Hoy la he visto.

-¿si? Yo también la vi ayer.

- ¿Dónde?

- Donde siempre.

- No me dijiste nada

- No le di importancia o no quise dársela. Bueno, ¿cómo la viste?

- Distinta

- ¿Cómo distinta?

- No sé, diferente. Te puedes reír si quieres pero la vi... más mujer.

- La edad.

- No, la actitud.

- ¿Por qué dices eso? ¿Hablaste con ella?

- No. No se me ocurre acercarme. La vi de lejos... estaba sonriendo. Qué sonrisa más bonita, podía eclipsar todos aquellos focos. Estaba feliz.

- ¿Cómo lo sabes? A penas la miraste en la distancia.

- Sí, pero con tan solo eso puedo reconocer su felicidad.

- Sigues loco por ella.

- No. Tanto como eso no, pero si te refieres a sí me he olvidado de ella... no. No lo hecho y dudo que algún día lo haga.

- Lo sé. Pero bueno, date tiempo. Sabes que es quien lo cura todo.

- Cómo olvidarme de sus ojos sacados del jugo del fruto de un árbol milenario. Como olvidarme de aquella mirada con la que conseguía todo lo que se proponía. Como olvidar su pelo, suelto o recogido llamaba la atención de todos los ojos que nos cruzábamos con ella. A mi me llevaba a la locura. Me gustaba admirar como el viento del cantábrico jugaba con sus mechones, quienes se mostraban rebeldes a sus manos que intentaban adecentar la kilométrica melena.

Cómo voy a olvidar esa sonrisa con la que encendía la luz del local al que entrase. Su amabilidad y su dulzura, junto a su don de gentes, la hacían especial en cualquier encuentro. Adoraba mirarla mientras con unos y con otros se pasaba horas hablando. Divertida, elegante y adorable.
Me divertía su locura, me encantaba el entusiasmo que le ponía a las cosas y ver cómo era capaz de darle importancia a una historia totalmente intrascendente y convertirla en una de las mayores aventuras de la historia. Me gustaba su luminosidad en la cara, sobre todo cuando me hablaba de amor.

No consigo dormir sin recordar aquellos mimos que exigía cuando hacía mucho frío y se encogía a la espera de que mis brazos la hiciesen entrar en calor. Era muy, muy, mimosa. No olvido, ni por un momento, su risa y su carcajada. Cómo le gusta que le hagan reír... Me resulta difícil no acordarme de ella cuando contemplo un atardecer, eran su debilidad. Echo de menos su locura. Mataría por volver a escucharla desafinar.

Muchas noches de manera inevitable miro al techo y pienso en ella. ¿Qué hará? ¿Dónde estará? ¿Con quien estará? No me olvido de ella. Pero me alegro de verla feliz. Además me chivaron que hay un chico que le hace sonreír todo lo que se merece. Y me alegro de verdad.










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