Nunca he sido fiel a esta fecha pero tampoco detractora. Supongo que dependía mucho de la persona con la que estuviese en aquel momento y lo que esta pudiese pensar sobre dicha celebración. Lo típico.
Quienes me conocen sabe que soy una enamorada del amor. No considero que se deba celebrar tan solo en un día como hoy, pero tampoco me desagrada el gesto de tener un detalle con la excusa. También es cierto y en esto soy intolerante, que detesto a las personas que critican el día de hoy y alardean de que el amor se demuestra día a día pero no lo hacen. Al César lo que es del César.
En días como hoy no me canso de recordar una anécdota que marcó mi adolescencia.
Fue un 14 de febrero de hace muchos años y en mi clase empezaban a verse cartitas y algún peluche con motivo de esta fecha. Después de haber pasado la jornada en el cole y haber visto los pertinentes detalles de los enamorados de mi clase, descansaba antes de ponerme con los infernales deberes. Fue entonces cuando sonó la puerta de casa y... ¡un ramo enorme de rosas preciosas tapaba al repartidor!
Yo, pobre ilusa e infeliz, empecé a dar saltos de emoción creyendo que eran para mi, que eran de aquel chico que me gustaba. En ese momento de euforia apareció mi madre con un golpe de realidad, me apartó para darle la propina al mensajero y se hizo cargo de la tarjeta de la cual aún no me había percatado. La leyó, sonrió y con los ojos vidriosos me dijo mientras me la daba que era de papá.
Les odié por un momento, en serio, pensé "puag, qué asco" hasta que abrí la tarjeta y me sorprendí al ver tan solo tres palabras sobre la firma inconfundible de mi padre.
"Lo estaré siempre"
Fue entonces cuando sentí eso que llaman admiración. Y desde aquel día me prometí que buscaría esas tres palabras en la persona con la que compartiese mi vida.
Lo estaré siempre...
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