Tarde

Uno de esos días de diciembre frío, muy frío, muy gris, muy de mantenerse en casa enfundados en un grueso y tosco pijama con la manta como prolongación del cuerpo.

Era tarde y en aquel salón...

Él, abatido por el duro trabajo de la semana, devoraba el último capítulo de una serie que llevaba varias temporadas volviéndole loco. Ella, mientras tanto, leía una de esas novelas que le hacían viajar. Se dejaba acompañar por la suave música en unos gigantes cascos que la mantenían absorta del mundo y mimar por un té dulce que nunca terminaba. 

Era una novela de misterio la que le mantenía concentrada, con el ceño fundido, mientras él sonreía mirándola. Y entonces fue consciente: Era tarde. Ya no podía dominar aquel sentimiento. 

"Maldita sea, es preciosa", se escuchó en su cabeza. Y como si ella hubiese podido escuchar aquel eco, levantó la mirada para descubrir que la observaba con dulzura. Suspiró y su respuesta no pudo ser otra que regalarle una sonrisa, su sonrisa: limpia, pura y llena de inocencia. 

- Ven aquí preciosa.-  Le dijo él, ladeando la cabeza como un cachorro que busca una caricia de su dueño. 

- ¡Ven tú! 

Él negó y sonrío a partes iguales ante la respuesta descarada antes de decir: 

- Si voy, no vas a tener escapatoria. 

- Correré ese riesgo.- Contestó ella con más descaro y chulería. 

Él se levantó del sofá apartando aquella gruesa manta para acercarse con una sonrisa juguetona que no provocó más que nerviosismo en ella. Y como si de una niña a punto de ser descubierta al escondite se tratara, apartó el libro, la infusión y se escondió bajo su manta. 

Fue inevitable. Él ya le había rodeado con sus brazos y efectivamente no tenía escapatoria. Volvía a ser tarde. Buscó su cuello y la besó con la clara intención de provocarle las mejores cosquillas de su vida. 

No fueron suficientes las súplicas y plegarias para que parara. Creyó morir cuando se cercioró de que él no tenía ninguna intención de cesar aquel ataque a tu tranquilidad. 

-¡Para, por el amor De Dios! Para o moriré.  

- Hagamos un trato.- Dijo él sin dejar de besarla. 

- ¡Acepto! Lo que sea con tal de que pares... 

- Paro, pero solo por ahora porque no puedo prometerte que no lo volveré a hacer, con la condición indiscutible de que me dejes mirarte siempre, aunque sea de lejos. 

Ella sonrió hasta que sus ojos se achinaron y sus labios no pudieron estirarse más. Encogió su cuello entre sus hombros en un gesto dulce e ingenuo. Volvía a estar sin escapatoria. De nuevo tarde. 

- Acepto el trato pero me encantaría pedirte que me mires de cerca todos los días. Es mejor, ¿no? 

Él sonrió, la miró fijamente y volvió a negar con la cabeza dando a entender que no podía controlar aquello. Tarde de nuevo. Ahora era él quien estaba sin escapatoria. Agarró su cabeza, sumergiendo sus largos dedos entre su pelo y, a la vez que la acariciaba, besó su frente. Ella, haciendo un esfuerzo, intentó atesorar ese momento y procuró ser consciente de que estaba siendo protagonista de esas historias que leía en los libros y publicaciones de amor.  

El famoso amor, no había llamado a su puerta, había irrumpido sin avisar obviando cualquier tipo de protocolo. 

Tarde. 




4 comentarios:

  1. ❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️
    Tardisimo!!!!!

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  2. La sencillez de sentirse enamorado e inevitablemente, amado. Precioso.

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  3. Qué bonito, me recuerda a Adrián y a mí.

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  4. ese sentimiento que te llena por dentro sin saber como, pero te convierte en la persona más feliz del mundo.Sin palabras

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