Un momento inolvidable


Hoy me toca publicar algo muy especial, algo que muchos estáis deseando leer, otros os sorprenderéis y algunos reviviréis. Hoy Iker y yo hemos decidido escribir cómo fue uno de los mejores días de nuestras vidas. Hoy utilizo mi blog para contaros cómo pasamos a ser prometidos. 




Desde el momento que la conoció, supo que se pasaría la vida a su lado. También descubrió que no sería fácil, pero sí que valdría la pena cada segundo con ella. Lo que su alma sabía desde el principio, su corazón tardó poco en descubrir. 

La suya fue una relación en la distancia basada muchas horas de autobús, despedidas y recibimientos en la estación, llamadas de teléfono que ninguna tarifa plana podía soportar pero sobre todo amor, mucho amor y cariño o como a ella le gustaba decir, admiración. 


Por fin, y después de muchos meses con 90 kilómetros de por medio, la suerte se posicionó de su lado y ella volvió a San Sebastián, se fueron a vivir juntos y entonces llegó el momento, iba a pedirle que se casara con ella. 

Esta historia necesita poner en situación a muchos de los ojos que estén recorriendo estas líneas. La mayoría sois conscientes de cómo es pero tal vez a muchos haya que explicaros que ella es un romántica empedernida, una defensora de las causas imposibles, adicta al amor y a la emoción que de él se desprende. Ingenua y soñadora, idealista y nefelibata. Por ello, él actuaba a sabiendas de que no valía cualquier cosa, no podía ser un día más. Tenía que ser algo que no olvidará durante el resto de su vida. Todos quienes la conocen saben que siempre ha soñado con una pedida y una boda de ensueño. Son los miles de libros y películas han alimentado durante muchos años su deseo.   

Muchas personas le insistían en que aquello no existía más que en aquellas novelas de "ficción" pero ella con una sonrisa lo negaba, estaba segura de que había alguien en la faz de la tierra capaz de inventar algo igual o mejor por ella. Y aquella persona era él. 

Él, loco por ella, estaba dispuesto a superar, con creces, cualquier expectativa que todos aquellos novelistas y directores habían formado. Estaba dispuesto a hacerla llorar de felicidad, de emocionarla y de provocar una ciclogénesis en su interior. 

El lugar donde quedaron por primera vez, la gente que le quiere, rosas... Y por supuesto, un anillo. Ingredientes para un paseo del que recordaría cada paso, cada mínimo detalle. Organizarlo todo tampoco fue tan difícil, lo cierto es que quienes iban a participar, tanto cerca como lejos, no pusieron más que facilidades.

Él no dejaba de repetirse, la sensación era clara: Por ella, lo que haga falta. 

Un par de reuniones, alguna que otra buena idea y todo estaba listo. Él había visto lo que iba a suceder en su cabeza una y otra vez, pero no contaba con los nervios, no se esperaba que iba a vivir algo muy parecido a una película pero vista desde dentro. Nunca antes tuvo una sensación igual. 

Ella seguía fantaseando, incluso horas antes, con el día en el que él le pidiese que se casase con ella. El último libro que había leído había dejado el listón muy alto para aquel que quisiese pedirle matrimonio, en 'Pinterest' guardaba una carpeta llena de fotos de diferentes pedidas de lo más emotivas que conseguían emocionarla. Éstos y más eran pequeños detalles que alimentaban sus expectativas. Y sí, a ojos de todos, él lo tenía realmente complicado. 


Pero llegó el día y las horas previas fueron todo nervios, muchas horas. Y muchos nervios. Él apenas durmió, apenas comió. Parecía sencillo pero según se acercaba el momento parecía todo más complejo. 

Aquella tarde, aparcaron el coche para acercarse a tomar un café con sus hermanos, o al menos aquello era lo que ella creía. Recorrer el paseo de La Concha de su mano fue como una tortura, cada paso estaba lleno del deseo de que todo fuera bien, de saliera como siempre lo había soñado. Él ya no podía esperar más. Ella, tranquila, miraba la playa y a los que aún en octubre se atrevían a bañarse acompañados por unos rayos de sol. Él, tenso, con la mirada al frente obviaba cualquier comentario. 

Después, acercándose al lugar donde se habían citado, él levantó la vista, vio a sus dos amigos esperando... y todo echó a andar. Había llegado el momento...

Sonrisas, miradas cómplices y la primera rosa de la mano de uno de sus grandes amigos... Los primeros abrazos y a continuar andando. Ese encuentro inicial disparó su emoción. Nervios, curiosidad, esperanza y sonrisas. Esa sonrisa que brilla todos los días, multiplicada por mil. 


Ella apretaba su mano pidiéndole explicaciones, emocionada por el momento. Sonreía, no podía parar de sonreír y de reír. Sus ojos tenían un brillo que jamás había visto. Buscaba su mirada intentando encontrar una respuesta. Él se mantenía con la mirada al frente y dejando escapar una inevitable sonrisa. Le pedía que estuviese tranquila. Y sabía que aquella petición era en vano. Jamás había conseguido calmar a esa pequeña fiera. 



Al cruzar la calle y comenzar a subir la cuesta que llevaba hacia el Palacio de Miramar, de repente todo cambió para mejor. Una niña rubia de pelo rizado salió corriendo desde detrás de un banco y se plantó en medio de la calle, sonriendo con una rosa entre las manos y los ojos clavados en ella. 

Ahí fue cuando se derrumbó. Pasó de la risa y el nerviosismo a la más pura emoción y lágrimas. Sabía que algo iba a pasar, pero no tenía ni idea de lo que se le venía encima. Las lágrimas aparecieron en sus ojos y ya no pudieron irse hasta que todo acabó. Aquella preciosa y dulce niña había sido el detonante. 


Cada dos pasos, en cada banco, los amigos de él la paraban y le regalan una rosa, un abrazo y un beso. 


Mientras ella recibía rosas él iba siendo ataviado con una americana, una corbata que fue anudada con mucho cariño, un pañuelo bien colocado en el bolsillo con su correspondiente golpecito de aprobación cargado de buenos deseos y parabienes. Ninguno de sus amigos quiso faltar a uno de los días más importantes de su vida y participaron activamente para que todo se convirtiera en un perfecto cuento de hadas. 



Con cada nuevo grupo crecían los nervios, pero fue al ver a la gente que llegó por sorpresa desde Bilbao cuando toda la emoción se multiplicó... Una amiga del trabajo, los dos mejores compañeros de piso y su amigo del alma. 


Abrazos muy sinceros, lágrimas de alegría... La mano de ella recogía las rosas que cada una de esas personas le daban. Era gente que ocupan un hueco en sus corazones, gente que no podía faltar en un día como aquel, gente a la que él quiso hacer participe de aquella tarde.   

Cuando todo parecía que todo acababa, que aquella cuesta y sus bancos llegaban a su fin, llegó el turno de tres pequeños corriendo con rosas en la mano. Los hijos de su mejor amiga, que le regaló un abrazo lleno de buenos deseos. Los niños, su debilidad, no dudaron en salir corriendo a abrazarla hasta tirarla al suelo de la emoción. Él veía como sucedía todo, un paso por detrás, dejando que el plan fluyera y lo cierto es que no pudo salir mejor. 



Llegó la hora de cruzar y subir las escaleras que conducían al mirador, escenario donde quedaron por primera vez. Abajo alguien la esperaba. Su hermano pequeño, el benjamín de la casa y por supuesto le entregó su correspondiente rosa. Cuando se abrazaron fue como si se detuviera el tiempo por un instante. Unos escalones más arriba, jamás había visto a su hermana tan emocionada, intentando aguantar sus sentimientos de manera fallida. Estaba feliz por la felicidad de ella. 

Ya estaban allí, en aquel banco donde hablaron durante horas aquella primera tarde. Lo que vino por delante pasó como un relámpago. Las rosas y los abrazos de sus padres se sucedían mientras a él se le aceleraba el pulso como nunca antes. Pero no se podía pasar por alto ni un solo detalle, el suelo lleno de pétalos de rosa, música, y no cualquiera, canciones especiales, canciones llenas de sentimiento, canciones llenas de momentos vividos juntos. 


Un último detalle culminó la felicidad absoluta: ver a su padre embargado por la emoción y con lágrimas en los ojos. Es difícil ver llorar a los tipos duros. 

Lo que vino después era el momento de la verdad, momentos que demuestran valentía. Y no dudó, rodilla al suelo y la gran pregunta. A penas le tembló la voz, no podía parar de sonreír mientras esperaba su respuesta. 

Ella no fue capaz de articular palabra pero el gesto afirmativo de su cabeza fue inequívoco. Se empeñó en conseguir inmortalizar aquel momento en su cabeza pero no era consciente de que algo así es imposible olvidarlo.  

El anillo en el dedo y el mejor abrazo de su vida pusieron final a un momento que se le quedará marcado para siempre.


Más abrazos, fotografías y un vídeo lleno de buenos deseos desde Barcelona, Argentina, Bilbao y Galicia pusieron la guinda, pero lo que quedó al final fue una nueva y maravillosa realidad. Nada pudo haber salido mejor y ella iba a casarse con él. 


Estaban prometidos. 








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