Como decíamos ayer

Me gusta. Me gusta estar con ella. Me gusta porque me hace reír. Porque me hace llorar. Porque me lleva a lo mejor y a lo peor. Porque con ella todo es emoción. Me encanta que seamos tan diferentes en todo y que nos entendamos tan bien. Me gusta porque discuto con ella y al momento le estoy acariciando como si nada hubiera pasado. Me encanta hablar con ella y sentir que me entiende. Me encanta que ella me confiese cosas porque sabe que le escucho y le comprendo. Me gusta que no juzgue, que vaya en contra de todo pronóstico y me sorprenda con una de sus reflexiones. Me gustan las miradas cómplices, las miradas que lo dicen todo. Me gusta que pase el tiempo y sigamos estando la una para la otra. Me encanta recordar con ella. Me gustan nuestras cosas, las que solo ella y yo entendemos. Me gusta cómo se enfada cuando le imito. La verdad, me gusta todo. 

Me gusta su piel, me gusta ese arte que tiene, ese genio, esa manera de ser arrolladora difícil de ocultar. Me gusta cuando defiende lo que cree a morir y cuando se revoluciona por una injusticia, la mataría cuando no entra en razón y no hay manera... Adoro cuando me pregunta cosas desde la más absoluta curiosidad y me escucha atenta. Me gusta que me enseñe cosas... 

Me gusta verla sonreír. Me gusta que ella fuera participe de uno de los días más felices de mi vida y que hiciera realidad uno de mis sueños. Jamás podré devolverle ese momento, seguramente ella no es consciente de lo mágico y especial que fue para mí, de la cantidad de veces que soñé con ello, con ella. 

Me gusta porque es una de esas personas a las que llamé cuando todo se derrumbó y estuvo. Y está. Y estará siempre de la misma manera que yo lo estaré. 

Me mata despedirme de ella y siempre lo hago con una sonrisa, pero si de verdad supiera que hoy cuando le he abrazado, he contenido mis lágrimas... como siempre. Porque son cientos de kilómetros los que nos separan, porque son pocos (muy pocos) días al año que nos vemos y es injusto.

Porque tal vez la siguiente vez que nos veamos esté separada por muchos meses y solo de pensarlo me muero.

Pero no te vas a ir de rositas:

Me encanta que me cantes, sí, me vuelve loca. Ojalá supieras la caricia que resulta por mi cuerpo cuando te arrancas... ojalá supieras de verdad la maravilla que es escucharte. Y no me importa si es copla, sevillana o la canción de los pitufos. Pero me debes una, querida, me debes un atardecer... 

Y ahora le doy las gracias. Gracias por esa sonrisa y ese abrazo con el que nos recibimos. Gracias por que nada cambie. Gracias por los paseos de puesta a punto, gracias por compartir los caracoles y los mojitos, gracias por las conversaciones intensas, muy intensas. Profundas, muy profundas. Gracias por hacerme llorar de la risa, gracias por hacerme llorar de emoción. Gracias por estar, gracias por ser.




Te voy a echar mucho de menos. Demasiado. Ojalá nos veamos antes del verano siguiente, ojalá nos veamos el resto de verano y que siempre nos sentemos y digamos "como decíamos ayer..."




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