Quien te quiere no se va.

Descolgué el teléfono y escuché sus sollozos. 

Realmente sabía en cuanto sonó el aparato que era ella y sabía, de la misma manera, que antes de un 'Hola' iba a escucharla sorber sus mocos, cargados de desesperanza, seguido de un intento, más desesperado todavía, de recobrar el ritmo tras un buen rato llorando. 

-Cariño... ¿qué pasa? 

-No soy capaz de superarlo. No quiero superarlo. Él es el amor de mi vida, le quiero y quiero estar con él. Sólo con él. 

Llevaban muchos años juntos y, aunque esto pueda sonar a adolescencia, acné y Superpop, rozábamos la treintena con los mismos problemas en el amor que cuando forrábamos las carpetas con ídolos platónicos. 

-Te entiendo. Ahora crees eso. Pero el tiempo va a ir pasando, más lento que rápido al principio pero después, y con distancia, verás todo de otra manera. Confía en mí. 

-Él va a volver. Ayer leí que quien de verdad te quiere vuelve a por ti. Y yo voy a esperarle, sé que va a volver. 

Mucho cuesta abrir los ojos a alguien, pero más insufrible es tener que convencer a una amiga de que por algunas heridas, lejos de sangrar, algún día se respira. Aunque ahora toque cambiar el vendaje cada poco tiempo. Y toque, también y lamentablemente, tener que hablar sin tapujos de la verdadera razón de esa ausencia. 

-Cariño, quien de verdad te quiere no se va. 

Y duele, duele decirle estas palabras a una amiga. 

Pero es así. Quien de verdad te quiere no se va; no es que vuelva a por ti, es que no se plantea dar un portazo. Es que no entiende de puertas ni ventanas, idas o huidas, olas o naufragios. 

Esto cuesta mucho decírselo a una amiga. Pero igual que el Ave Fénix resurge de sus cenizas, sé que ella se vuelve preciosa entre escombros. Ya la he visto navegar entre tormentas y ganar pulsos sin echarlos. Y, tanto ella como yo, sabemos hasta dónde es capaz de nadar y hasta dónde es capaz de hundirse. Y, creedme, no es de las que cava otro piso más abajo del sótano de su lamento. 

No es que sea sabia, es que sabe a palabras. Y ya se está dando cuenta de que pertenece al grupo de las mujeres que cuando hablan, resplandecen. Que es de las que cuando canta una canción, ellos mientras se relamen. Que su, 'Yo no sé tú, pero yo ya no' está cerca. Es más, ya sé que lo piensa. Y sé que hay nuevas manos llamando a su puerta. 

Por eso, sé que la próxima llamada no será la de ella, sino la de él. Quejándose de su mala suerte, su intento fallido de olvidarla. De demasiadas noches seguidas sin su perfume en la almohada. De tardes aburridas sin discusiones gritadas. De gente que habla sin su voz relajada de radio perfeccionada. De calma, sí, pero que no mejora nada. Y la clave es que ella falta. 

Porque si hay algo que duela más que un 'Me voy' es querer volver a quedarse donde ya no te esperan. 

Ella ahora llama para hablar de personas nuevas. 

Él, sin que se note, lo hace para saber de ella. 

Porque la esencia de ella es música y sé que él, por lo bajo, la tararea.

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